domingo, 16 de octubre de 2011

Recepción española

Lo prometido es deuda.

La recepción de la Embajada española en Corea tuvo lugar el miércoles, 12 de octubre en uno de los salones del Hotel Lotte en el distrito financiero de Seúl. Comenzaba a las 18.30 pero llegamos tarde, hacia las siete de la tarde. Habíamos ido un poco antes para cotillear la zona. Es más o menos (más bien más), el equivalente al Paseo de la Castellana. El hotel es como un parque de atracciones de lujo, tiene gran almacén en la planta sótano (no es exageración) y en las entradas del hotel (pude contar hasta cuatro en la misma fachada) había aparcados en batería unos cincuenta coches oficiales de distintos países. Estaba un poco aturdida por los acontecimientos por lo que no hice fotos. Ahora me arrepiento.
El Palacio más importante de Seúl al fondo,
defendido por montañas
  La localización del salón de la recepción estaba muy bien señalizada pero en semejante micro mundo era complicado detectar los carteles. No recuerdo el nombre del salón pero estaba en la tercera planta. Al llegar, el Embajador ya había dado el discurso y todo el mundo estaba ya de charla. Había muchísima gente, sobre todo españoles pero también mucho coreano (o al menos oriental). Según nos dijeron, este año era el año que más gente había. Los estudiantes se detectaban rápidamente y por supuesto no podía falta al típico español con la camiseta de la selección de futbol española. Alguien le tendría que aconsejar que en ciertas ocasiones no es necesario ser tan manifiestamente patriótico. Había de todo, gente overdressed, espantosamente vestida, correcta y por supuesto personas muy bien arregladas.

Hotel Plaza al fondo de la imagen

La recepción estaba acabando.

A la primera persona que vi fue al español que trabaja en la Embajada. Le saludé amablemente pero como estaba liadísimo le dejé rápidamente y traté de conseguir un vino tinto. El salón tenía mesas con todo tipo de comida, repartidas por todo el perímetro de la sala. Había cola para toda la comida, pero lo que más demanda tenía fueron el jamón y la paella (no lo entiendo). No me apetecía demasiado ponerme en la cola con lo que me dediqué a la bebida. En el vino no se formaba demasiado lío ya que había bastante cantidad. En un momento hice una escapada a fumar y por las escaleras mecánicas me presenté a un ingeniero aeronáutico español (de Portugalete) que llevaba dos años y medio en Corea. El bajaba para ir a buscar a dos amigas suyas coreanas. Luego las conocería, una de ellas trabajaba con él en la empresa y la otra (no se conocían entre ellas) trabaja en una revista cristiana. Hicimos pandilla con ellos tres, eran muy simpáticos y hablaban perfectamente inglés.

De izquierda a derecha: Santiago, Elisenda (La músico),
la otra coreana (la tarjeta se la dio a Ciro), José Ramón, Ciro y yo

En uno de mis viajes a por vino, me topé con Santiago Porras. Estaba con dos españoles bastante jóvenes que tenían un restaurante español en Seúl. Ella era historiadora del arte y su novia (supongo) y le ayudaba mientras buscaba trabajo. Nos presentaron también a una músico que después de vivir 20 años en Nueva york, se había separado y se había venido a Seúl a empezar de nuevo. Era interesante pero un poco rara, lo primero que me preguntó es que si era del Opus. Estaba un poco ofuscada pensando que en España todo el mundo era del Opus (tampoco, lo entiendo). También conocimos a un arquitecto que da clases en otra universidad y un profesor de español. Ese último no me cayó muy bien por lo que casi no hablé con él. Ciro se ocupó más de ese bando.

Santiago está hablando con Hyojin Prak, la de la revista Cristiana.
La de detras de ella es la ingeniera hablando con la músico.
El del traje gris es el ingniero de Portugalete.

Alas 21:00 se acabó el vino y se pasó a las bebidas más fuertes, pero ya eso estaba bastante muerto. Ya solo quedaban esos que nunca se van de las fiestas. Santiago quería irse a un sitio más tranquilo para hablar de la clase del día siguiente. Ciro estaba completamente fascinado con las dos coreanas y quería quedar con ellas. Pero, ellas habían ido con el ingeniero y solo hacían lo que su amigo hiciese. Una opción era esperar a que se disolviese del todo la fiesta y apuntarnos a otro lado con el resto de la gente. Santiago, Ciro y yo optamos por otra opción y nos fuimos a tomar algo solos. Entramos sin escoger demasiado en un bar con un pinta “extraña”. Santiago nos contó que son bastante comunes en Seúl los bares de compañía. Tras tomarnos una cerveza nos volvimos a casa. Tenemos todo tipo de tarjetas, nombre s, etc…de todo el mundo pero no creo que volvamos a vernos. A los de la Embajada les volveremos a ver si nos llaman al DELE (examen de español).





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