Nos había avisado Santiago que el jueves, antes de clase, nos invitarían a una comida en algún sitio cerca del campus de Suwon. Debíamos llevar los regalos pertinentes y tarjetas de visita. Aquí, lo de las tarjetas es una religión. No existe nadie que no tenga una o quizá varias. En las papelerías, por cierto son espectaculares, el producto más vendido son los tarjeteros. Además cuando te dan una, no puedes meterla en el bolsillo sin más. Debes sujetarla con las dos manos, mirarla detenidamente (no sabemos cuánto tiempo, pero más de lo que le dedicarías normalmente) y después dar las gracias con pequeña inclinación de cabeza. En la inclinación ya estamos súper puestos. Yo es lo único que hago sin parar y funciona bastante bien. ¿En la película American Phsyco, Christian Bates no asesinó a un compañero de trabajo porque tenía un tarjeta que molaba más que la suya? (Marco seguro que tú lo sabes). Nosotros, aquí en Seúl, no corremos ningún peligro de ser asesinados. Lo peor que nos puede pasar es pasar por bastante maleducados. Tenemos que hacernos una, pero todavía no la tenemos diseñada.
Los mismos de antes (sin mi que hacía la foto) y la secretaria. |
A las 11:30 estábamos listos y en lugar de una furgoneta nos recogieron dos coches. En total éramos siete, incluidos nosotros: Santiago, el director Kim, mi profesor Lee, otro profesor que soy incapaz de recordar su nombre y la secretaria que estuvo pero solo físicamente.
Vista exterior del restuarante |
El restaurante era un sitio bastante curioso. Estaba al borde de la autopista, rodeado de árboles y era una pequeña casita de madera. Desde luego, el exterior e interior tenía una pinta estupenda al lado de los sitios que solemos ir Ciro y yo. Nos llevaron a un reservado. Toda la comida, coreana por supuesto, estaba organizada a base de pequeños platitos (ensaladas, sopas, sardinas, pescado rebozado, etc…). Todo estaba muye rico y probé de todo excepto el Kimchi. La comida fue muy agradable y contra todo pronóstico Ciro habló muchísimo. Llevaba todo el peso de la conversación junto al director del departamento. Todos hablaban inglés perfectamente (excepto ella que no sabemos si hablaba algún tipo de lengua). Acercándonos al final, Santiago nos avisó que era el momento de los regalos y le dimos el libro a Kim. El no nos dio ninguna tarjeta.
En cuanto acabamos de comer todos no levantamos y volvimos a la universidad para dar nuestra primera clase. La sobremesa es un concepto que no existe. En cuanto acaban de comer se levantan y se van. Se paga siempre al salir, en la caja que suele estar en la entrada/salida. Lo digo por si alguno se anima a venir por aquí y que no haga el primo como hicimos nosotros los primeros días.
Pero qué bien lo haces, María. ¡Continúa escribiendo, me está encantando seguir vuestras andanzas! Y Ciro, manifiéstate un poquito más, para que María no tenga tanto trabajo.
ResponderEliminarBesos,
Lía